Alrededor de 200 intentos de suicidio declarados al día en España

La OMS ha defini­do este aumento de suicidios como un grave problema de salud pública

Si te nombro la ansiedad, la depresión, el insomnio, los trastornos alimentarios, la adicción o el uso abusivo de la tecnología o el alcohol o el tabaco, el bullying, el estrés, el burnout, el acoso laboral, la felicidad, la soledad, los problemas de aprendizaje y el TDAH, la anorexia, las secuelas de la pandemia o las 11 muertes por suicidio que se producen al día en España, muy probablemente sepas de lo que te estoy hablando y, además, que te hablo de psicología. Y es que estos conceptos psicológicos han pasado a formar parte de nuestro lenguaje habitual, de nuestra cotidianidad, de nuestro imaginario. A nadie le sorprende que un familiar, una amiga, un compañero o que Iniesta, Camila Cabello o Jon Cortajarena hayan recurrido a la atención psicológica para afrontar sus problemas. Ir al psicólogo, a la psicóloga, ya no es un tabú, ya no es algo de lo que avergonzarse y, por fin, hemos entendido que la salud psicológica no sólo es importante, sino imprescindible.

En los últimos tres años, hemos experimentado un claro y necesario aumento de la conciencia sobre la necesidad e importancia de atender la salud psicológica o la salud mental, como indistintamente nos referimos a ella. Afortunadamente, estamos superando la idea de que la salud es, en exclusiva, una ausencia de enfermedades o problemas físicos, y comprendiendo que ésta no sólo es la ausencia de enfermedades o patologías, sino que pasa, obligatoriamente, por entender y aceptar que la salud es, además, bienestar y que ese bienestar está integrado por diferentes aspectos, esenciales e innegociables, y que son el bienestar físico, psicológico y, por supuesto, el social y económico.

Sin embargo, ahora que a las administraciones y autoridades sanitarias se les llena la boca con la importancia de atender la salud mental, ahora que hemos abierto un debate necesario y que tenemos claro que no existe salud sin salud psicológica, nos asaltan otras preocupaciones.

Si la salud es un derecho fundamental e innegociable, si no existe salud sin salud mental y si la mitad de las personas que acuden a la consulta de atención primaria  presenta síntomas emocionales y psicológicos, ¿por qué no hay psicólogos y psicólogas en todos los centros de atención primaria? ¿O en los colegios y centros educativos? ¿O en los centros de intervención social? ¿Por qué, sin embargo, nos hemos convertido en el mayor consumidor de antidepresivos y ansiolíticos de Europa? ¿Por qué se permite que la salud psicológica de nuestros hijos e hijas esté siendo valorada en sus colegios por personas sin las competencias y cualificación exigibles? ¿Por qué nuestros gobernantes y administraciones no apuestan por políticas preventivas, coste-eficientes, basadas en los aspectos comportamentales y evitan, así, el sufrimiento innecesario de más de 4 millones de personas al año? ¿O por qué el número de psicólogos y psicólogas especialistas no cubre ni el 20% de la demanda?

Desde luego, nos tenemos que felicitar como sociedad, porque hemos comenzado a andar un camino necesario y, gracias a todos y todas, los aspectos psicológicos forman, hoy, parte de la conversación. Es un primer paso, pero no el último.

Ahora que los españoles y españolas hemos conseguido hacer ver a las administraciones la necesidad de que se atienda nuestra salud mental, es necesario hacerles comprender que “atenderla” significa ofrecer y garantizar que existen los recursos personales y los mecanismos económicos necesarios para hacerlo, que se vigila que quienes se ocupan de nuestra salud mental saben lo que hacen y que tienen las competencias, el conocimiento y la formación necesarias y que se dan garantías en la atención que se nos ofrece en cada momento.

Ahora es imperativo que sigamos avanzando, dado que la escasez de recursos públicos y la alta demanda de atención psicológica existente, incrementada por el impacto de la pandemia, han generado un caldo de cultivo muy peligroso que favorece la proliferación de “ayudólogos” que, bajo la etiqueta de coaches emocionales, terapeutas, influencers, gurús… ofrecen sus servicios, a menudo online, sin tener la formación mínima exigible por las autoridades sanitarias competentes.

La salud psicológica es algo serio y una mala evaluación o intervención en problemas tan importantes y graves como son los trastornos alimentarios, la depresión, los síntomas de ansiedad, el bullying o la ideación suicida, suponen un riesgo real para la vida. 

No todo vale. No todo sirve.

De la misma manera que no permites que un jardinero repare tu coche, no permitas, tampoco, que cualquier persona se encargue de tu salud mental y la ponga en riesgo. Asegúrate de que quien te trata sabe lo que hace y busca siempre profesionales titulados, colegiados y competentes.

Fuente: cop.es

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